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El (antiguo) Cine Urgel, Barcelona.

Actualizado: 7 feb



 “Cuando dibujas un mapa de aquello que no quieres olvidar”



Hay espacios físicos que sin pretenderlo siempre quedarán tatuados en tu memoria. Aunque cambien de usos, o incluso aunque desaparezcan físicamente (y ahora sean ocupados por espacios vacíos o edificaciones para otros usos), esos espacios que, en otro momento los ocupó otro tipo de edificación o servicio, viajan contigo y te acompañan en un universo vivencial a lo largo de tu historia en la vida. Son lugares en los que has crecido, o has compartido momentos indisolubles a tu historia vital, lugares físicos en los que algo importante pasó.  Uno de esos lugares para mi es el cine Urgel, ubicado en la calle que lleva el mismo nombre.


Era un lugar de ensueño para los ojos de un niño, cuando en casa apenas teníamos una tele en blanco y negro de culo tan hondo que ocupaba medio salón, con unos cuernos (antena) siempre moviéndolos buscando la mejor señal y finalmente casi por arte de magia ver una imagen en aquella pequeña pantalla, a veces solamente intuida entre la llamada “niebla televisiva”.


En el barrio teníamos el mítico cine Loreto, unido para siempre a mi infancia, porque mi abuela me llevaba allí cada semana a ver dos películas de las llamadas de reestreno. Eran películas de baja calidad que no se exhibían en los cines llamados de estreno, y pasaban directamente a los de segunda clase, los de reestreno o cines de barrio. Si había suerte, una de las dos películas sí que era buena (no todas las semanas) y habían sido proyectadas en los cines de 1ª, los de estreno, pero las proyectaban un año o más tarde de su estreno, y venían muy rayadas, sin una definición del todo nítida. Pero a mí me daba igual, era siempre algo mágico, ver aquella sala en oscuridad que presuponía que algo único estaba a punto de empezar y como la luz proyectada nos regalaba algo mágico que se desplegaba ante nuestros ojos, el sonido y el olor, a cine antiguo con su característico ambientador, el amor que procesaba a mi abuela también jugaban un papel esencial en crear un mundo mágico.


 Antes las películas en los cines de estreno llegaban a permanecer durante meses de emisión, anunciándolo como algo a destacar, otorgaba galones a la película para convertirla en un éxito, cuando uno veía 4 meses de estreno… ¡era sin duda un peliculón! Me acuerdo salir corriendo de la sala e ir a ver en las vitrinas las fotos de las películas que se iban a proyectar la próxima semana y volver a casa de la mano de mi abuela, soñando con verlas, y adivinando de qué irían, solamente por las pequeñas fotos expuestas en la salida. Y cuando la película que se aproximaba para la próxima semana había sido importante, pues con una sonrisa en la cara inmensa ante lo que se nos avecinaba. Reconozco que vi películas que no me correspondían por edad, otras de las que todavía me acuerdo, aprendí, no mucho sino muchísimo del cine. Siempre estará unido a mí por la imagen de mi abuela, Dolores. Ella amaba ir al cine cada semana a ver dos películas. Recuerdo a veces llegar tarde y preguntar al acomodador, con su característica linterna de pilas, cuánto tiempo llevaba ya la película empezada y quedarnos después hasta el nuevo pase y ver lo que nos había faltado.


Así que aparte de nuestro querido cine de barrio Loreto, el cine Urgel o el Palacio Balaña que sí eran cines de 1ª, eran los lugares donde ver esas películas que todo el mundo hablaba en clase durante semanas o meses, con el típico comentario ¿no la has visto aún? Lo que te generaba la terrible ansiedad de que algo imprescindible te estabas perdiendo.


 En el cine Urgel, vi Superman (tendría 10 años o así) en una sesión matinal que nos llevó mi tío Manolo a mis primos y a mí. Vi una película que me marcó: “Encuentros en la tercera fase”, película que trasportó mi imaginación, quizá era muy niño para entenderla toda, pero esa pantalla gigante, esos colores, el ambiente de la sala que sabias que algo importante estaba ocurriendo cuando se apagaba la luz, se abrían las cortinas del telón y un acto catártico ocurría entre todos los presentes de la sala, entre los ssshhh de silencio que indicaban que lo que iba a pasar iba a ser importante y requería la máxima concentración de todos.


 El cine iba marcando todas las etapas de mi vida. Después con los años adolescentes, ya con amigos, recuerdo ir a ver “Indiana Jones en busca del arca perdida”, no podías ir a clase sino la habías visto y otros cientos de películas que ya forman parte de nuestro imaginario colectivo, porque ir al cine era ir como ir a un teatro de una gran opera.





Los años pasaron, y los grandes cines con películas que duraban tantos meses dejó de tener una función. Aparecieron los multicines, todo se consume más rápido. Los cines dejaron de perder su aura, en casa los aparatos reproductores nos introdujeron la comodidad en detrimento de la experiencia compartida. En los centros de las ciudades, el ocio desparecía para mudarse hacia los suburbios de la ciudad, donde unos grandes centros comerciales ofrecían toda la experiencia completa; cine, restaurantes, compras y todo llegando cómodamente y rápidamente en coche hasta las mismas entrañas del centro comercial, no hay preocupación de dónde aparcar, todo rápido, bonito y empaquetado para ser consumido de forma rápida.  Todo cambió y estos grandes cines se vieron obligados ineludiblemente a cerrar sus puertas.


Foto del cine Urgel cerrado. Actualmente desaparecido.


El Urgel, también sucumbió, víctima de unos nuevos tiempos. El espacio ha tenido una interesante reconversión, pues los bajos del edificio, se han reconvertido en un supermercado, al ser espacio destinado al comercio y el interior que ocupaba la sala principal y el escenario que quedaba enclavado dentro de una de las illas de la Eixample, se ha abierto un jardín interior al cual se accede por unos pequeños túneles desde las calles Urgel y Comte Borrell, creando un espacio público interior para disfrute de la ciudadanía, en una zona muy densificada carente de estos espacios. En la entrada del supermercado encontramos una foto grande de la sala de la platea del antiguo cine y dos butacones pertenecientes también al cine, a modo de memoria del lugar.


Hay lugares que pueden dejar de existir físicamente, pero nunca dejarán de existir en la memoria colectiva de las personas que por diferentes razones sintieron algo especial en ellos… como si mentalmente dibujaras un mapa de aquello que no quieres olvidar.


Techo del antiguo cine Urgel que ocupaba el interior de una Illa de L'Eixample. Actualmente desaparecido


Jardín interior que actualmente ocupa el espacio dejado por el cine.




Actual entrada al supermercado que hace un giño al antiguo cine, al conservar unas butacas y una foto del antiguo cine.





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