Hay intervenciones artísticas, ya sean arquitectónicas o escultóricas, que acaban por dotar de significado al territorio. Son obras pensadas para un lugar determinado, “site-specific” que representan la identidad y el reflejo del lugar. Si encima añadimos que están en lugares míticos y se les asocia alguna polémica a su alrededor (ya sea una crítica estética o algún asunto esotérico) el resultado no puede ser otro que el éxito rotundo de la propuesta. Hay proyectos, que ya sólo por su concepción en un territorio están destinados a ser polémicos y generar una nueva identidad y reflejo del territorio que las acoge.
París había sido la capital cultural del mundo hasta antes de la Segunda Guerra Mundial. Después de la guerra el trono se trasladó a otro continente con una ciudad en pujanza, Nueva York. Hay mucha literatura acerca de qué ocurrió y cómo fue este trasvase de poderes. Yo siempre cito el libro “De cómo Nueva York robó la idea de arte moderno” del escritor Serge Guilbaut, toda una biblia para entender qué pasó y por qué París había perdido el tren en referencia al arte contemporáneo.
Con estas disyuntivas París necesitaba un nuevo impulso, y sobre los años 70 se empezó a trazar un nuevo plan para recuperar la ciudad a través de la arquitectura y los equipamientos artísticos. Se diseñó una ciudad totalmente renovada, añadiendo valor patrimonial que volviera a posicionar en el mapa global a la ciudad, a la vez que reactivara la economía, situando a la ciudad en el primer nivel de la arquitectura mundial. Claros son los ejemplos del Centro de Arte George Pompidou en el barrio denigrado de Beabourg o el centro la Villette que coge el nombre del barrio donde está instalada. Si hay algo que define a la mayoría de las obras arquitectónicas que se han desarrollado en París en las últimas cinco décadas es una apuesta por lo grande, por una actitud orientada a innovar y en definitiva a hacérselo saber al mundo entero. Por otro lado, este tipo de propuestas siempre van acompañadas de una gran carga de controversia, que no hacen más que dar a conocer aún más la obra en cuestión y a su arquitecto.
Durante los ochenta, el presidente francés François Miterrand llevó a cabo un ambicioso plan para darle una nueva cara a París, y uno de los puntos pendientes era la propuesta para la renovación y ampliación del acceso al Museo del Louvre. En un momento en que Reagan y Thatcher promovían "el nacimiento del neoliberalismo, la cultura de la individualidad, la reducción de lo público y el final del estado de bienestar" Mitterrand entendió el poder de la arquitectura para renovar el sentimiento de pertenencia colectiva y de progresismo.
Del diamante cristalino que es la pirámide del Louvre arranca "la vía triunfal más grandiosa que pueda contemplar el ser humano proponiéndose, así como un verdadero axis mundi capaz de reinterpretar la historia para beneficio y gloria de la nueva grandiosidad” son palabras del historiador Juan Antonio Ramírez, en la que se suceden, por orden de cercanía, el Arco del Carrusel, el Obelisco Egipcio de la Place de la Concorde, para ascender por los Campos Elíseos para encontrar el Arco del Triunfo “donde encuentran su expresión las hazañas militares de la Revolución y del Imperio”. Y al otro lado de la colina, en el extremo oeste de la ciudad muere el gran eje en el Arco de La Défense (1989), del danés Johan Otto von Spreckelsen, girado "seis grados con respecto a la Avenida, al igual que la pirámide del Louvre", dialogando con todos los triunfos del pasado desde su olimpo financiero.
La intervención del arquitecto I.M. Pei no es solo un diamante, es un referente urbano, como lo fueron los obeliscos "tras las intervenciones promovidas en Roma por Sixto V”, lo es también de un nuevo tejido arquitectónico que se superpuso a la ciudad histórica.
Los primeros pasos.
Transcurrían los años 80 y el museo se encontraba en la encrucijada de replantearse qué quería ser en el futuro. El 24 de septiembre de 1981, el presidente de la República François Mitterrand anunció en una conferencia de prensa su intención de instalar el Museo del Louvre en la totalidad del palacio homónimo, una parte del cual estaba entonces ocupada por el Ministerio de Finanzas. El objetivo de Mitterrand era hacer del Louvre un «museo de masas» e iniciar una revolución museográfica. En octubre de 1982, Émile Biasini fue nombrado responsable del proyecto Grand Louvre. Sin recurrir al procedimiento del concurso de arquitectura ni de licitación, François Mitterrand escogió a dedo al arquitecto Ieoh Ming Pei, que aceptó el encargo en junio de 1983 y propuso un proyecto que contemplaba utilizar el Cour Napoléon como nueva entrada central del museo. La creación de un vestíbulo central era una mejora necesaria desde hacía mucho tiempo para facilitar el acceso del público, que se hacía por la puerta del ala Denon, entrada insuficiente para un proyecto de tal tamaño. La pirámide y toda la zona subterránea daría acceso no solamente a las salas existentes, sino también a los espacios liberados del ala Richelieu. Esto suponía una profunda transformación del museo, algo anquilosado, que prestaba una de sus alas laterales al Ministerio de Finanzas y otra zona a un aparcamiento. El resultado era un laberinto de edificios, con diferentes entradas, por lo que se decidió unificar toda la superficie y dotarle de un único acceso.
Se apostó muy fuerte por convertir el museo en una de las principales atracciones de la ciudad, en este concepto el Louvre fue uno de los pioneros de lo que luego pasaría a llamarse años más tarde “El efecto Guggenheim”. Un concepto que significa colocar un equipamiento cultural singular que pueda condicionar todo su entorno y mejorarlo. La operación de crear al Louvre unos accesos generosos con un programa de interacción con el público previo a la visita fue pionero. Entendía la necesidad de hacer que la ciudad entre en los museos, cuyos vestíbulos se convierten en una especie de hub social y comercial, similar a las plazas públicas. Esto supuso, para el propio museo y para los museos de todo el mundo, un “símbolo de la modernidad del museo" y a la vez en "un emblema de París en el mundo". Con ello, el Museo del Louvre ganó una enorme popularidad a nivel nacional e internacional, ganándose los corazones y las mentes de muchos por su innovación y ser toda una proeza de arte. La idea revolucionó el museo. Antes de la pirámide, el Louvre recibía unos dos millones de visitantes anuales. El año 2018 se superaron los 10 millones, record del museo antes de este periodo pandémico.
De la espiritualidad del arte al Gran Capital
La parte negativa de masificar un museo viene cuando ese primer contacto “es más comercial que cultural o educativo” han señalado algunos historiadores. Y esta es precisamente la contradicción que se originó en la pinacoteca parisina. "Quizá el Louvre abrió la veda. La integración del museo en la vida urbana puede tener también una cara B, que lo convierte en un centro de gravedad de un turismo que es consumo puro". El Louvre pagó el precio de ser el primero "Otros museos han aprendido la lección y han sabido medir la cantidad y la intensidad de este espacio de transición".
Otro de los problemas que comporta este tipo de actuaciones es la gentrificación que sufren los barrios de clase media-trabajadora que son rápidamente transformados por este “efecto Guggenheim”, haciendo a sus habitantes tradicionales difícil poder seguir pagando los precios de la vivienda y comercios, que automáticamente suben al ser un polo de atracción turístico.
Historia (breve) del Louvre
El Museo del Louvre, está ubicado en la orilla derecha del río Sena, en París. Es un enorme complejo que ocupa una superficie de 19 hectáreas. El edificio medieval que lo alberga, el Palais du Louvre fue hasta 1682 residencia de los reyes de Francia. Constituye uno de los mayores palacios del mundo, ocupando el lugar donde se erigía una fortaleza defensiva del siglo XIII. La historia del edificio es extensísima y no es el caso del estudio, pero si conviene destacar algunos datos para contextualizar el peso histórico del Palacio a lo largo de la historia. Fue sede real del poder en Francia, hasta que Luis XIV se trasladó a Versalles. Francisco I sustituyó la estructura original por un palacio renacentista en el siglo XVI. Se convirtió en el Museo Louvre en 1793 inaugurándose con una exposición de 537 cuadros, siendo la mayoría de las obras propiedad de la realeza o de la iglesia confiscada. Tras permanecer cerrado por reformas desde 1796 hasta 1901, el museo reabrió con un aumento de la colección bajo Napoleón, que se amplió aún más durante los reinados de Luis XVIII y Carlos X. Para entonces, el museo había adquirido unas 20.000 piezas, y este número siguió creciendo, dedicado a la conservación, la educación y la transmisión del patrimonio a las generaciones futuras. La última obra histórica tuvo lugar en 1800, bajo el reinado y el impulso personal de Napoleón Bonaparte. Ordenó construir el gran arco triunfal frente a la fachada, el llamado Arc du Carrousel; también llevó a cabo diversas tareas de restauración y la construcción del ala del Sena, encargada a los arquitectos Percier y Fontaine. Las obras las remataría Napoleón III, sobrino del emperador, con el ala norte en paralelo a la del Sena, lo que dota de simetría al conjunto. La creación del museo del Louvre significó, dentro de la historia de los museos, el paso de las colecciones privadas a las públicas, para disfrute del conjunto de la sociedad.
Durante la segunda Guerra Mundial los nazis lo usaron como almacén para las obras de arte robadas.
El Museo del Louvre cuenta hoy con unos 38.000 objetos de la época prehistórica al siglo XXI, que se exponen en una superficie de 72.735 metros cuadrados. La colección en su conjunto se divide en ocho categorías: Antigüedades egipcias; Antigüedades de Oriente Próximo; Antigüedades griegas, etruscas y romanas; Arte islámico; Escultura; Artes decorativas; Pinturas; y Grabados y dibujos. El Louvre es el hito central del centro de París y el mayor museo de arte del mundo, con una de las colecciones más grandiosas y representativas, es sin lugar a dudas el museo de arte más visitado del planeta.
La “Marca” Louvre ya no designa a un único museo. En realidad, hoy son tres quienes lucen este nombre en el mundo: el original de París, el Louvre de Lens y el de Abu Dabi, convirtiendo el museo en una franquicia ante el nuevo auge del turismo cultural por el mundo buscando ingresos económicos ligados a la cultura. El museo de Abu Dabi es fruto de un acuerdo por el cual Francia asesoraba en la construcción, pero también en el proyecto cultural del museo, además de prestar obras durante 10 años, a razón de entre 200 y 300 al año, a cambio de un importe estimado en 1.000 millones de euros. El museo, inaugurado oficialmente en 2017, podrá usar el nombre de Louvre durante 30 años.
La gran polémica por la construcción de la pirámide
Todo empezó el 31 de julio de 1981, cuando Jack Lang, nuevo ministro de Cultura, escribió al presidente Francois Mitterrand: "Hay una idea potente: recrear el Gran Louvre destinando todo el edificio al museo" el Ministerio de Finanzas ocupaba parte del museo en aquel momento.
"Entonces creíamos que el poderoso ministerio no se dejaría trasladar", comenta Jack Lang. Pero "el patio Napoleón era un estacionamiento de coches horrible. El museo adolecía de la falta de una entrada central", agrega. La idea de Mitterrand fue contactar con el arquitecto I. M. Pei, ya que el presidente de Francia admiraba la obra de este. Mitterrand había quedado seducido por la nueva ala de la National Gallery de Washington, construida por Pei en 1978.
Fotos de la National Gallery, Washington.
Esto generó una de las mayores polémicas, ya que para una obra de significado calado nacional no se convocará un concurso de licitación pública y fuera otorgada a dedo.
El arquitecto empezó a trabajar en el proyecto de la obra y presentó una maqueta en 1984. Michel Laclotte "revive la escena" del descubrimiento del proyecto de Pei, en pequeño comité. "Había una gran maqueta sobre la mesa. Luego, colocaron la pirámide, todo el mundo quedó seducido".
Foto de Mitterrand con la maqueta , París 1984
Pero cuando el diario France Soir publicó la maqueta en 1984, hubo una "explosión" de críticas, que denunciaban por ejemplo que el Louvre se convertiría en "la casa de los muertos", en términos de un periodista de Le Monde. Llamamientos a la "insurrección", bromas sobre las intenciones de Mitterrand de convertirse en el primer "faraón" de Francia... se publicó incluso un libro contra la pirámide, "París mistificado. La gran ilusión del Gran Louvre", firmado por tres historiadores. Las críticas no afectaban tanto la ampliación del museo como a la estética de una arquitectura contemporánea en un decorado de Napoleón III.
"Hubo una reunión en el Elíseo en 1984: Mitterrand era muy prudente, pero estaba de acuerdo en que debíamos seguir adelante", según el arquitecto Michel Macary, uno de los principales protagonistas del proyecto. Para ganar aceptación en la sociedad la maqueta se presentó a 50 personalidades de la cultura de Francia. Emile Biasini, presidente del establecimiento público del Louvre de 1982 a 1988, había "reunido a los conservadores del museo, llegando a una especie de compromiso de Yalta: preservaremos sus departamentos, pero nos tienen que apoyar", según el exministro socialista. Uno de los episodios más duros para Pei fue su paso ante la Comisión Superior de los Monumentos Históricos, en enero de 1984. El ambiente era bochornoso y algunos comentarios rayaron incluso el racismo. "Fue una sesión terrible", explicó el arquitecto que no pudo ni presentar su proyecto. "¡Esto no es Dallas!", le gritó uno de los participantes. El proyecto fue hecho público el día siguiente con el siguiente titular de France Soir: “El nuevo Louvre causa ya escándalo” o el titular “Grado cero de arquitectura” según Pierre Vaisse de Le Figaro, o la «Llamada a la insurrección» para Jean Dutourd. Los adversarios del proyecto, como el historiador del arte André Fermigier —que escribió un violento editorial titulado «El zircón», compararon la pirámide con una «casa de los muertos», con un «embudo», o con un objeto directamente salido de «Disneyland» o de un «parque de atracciones». No obstante, también fueron numerosos los que apreciaron la yuxtaposición contrastante de los estilos arquitectónicos, la fusión de lo clásico con lo contemporáneo. El proyecto no solamente tuvo que hacer frente a las protestas de los medios conservadores, sino también de una parte de la derecha, que llevó el asunto al terreno político. La prensa apodó en esta ocasión a François Mitterrand «Mitteramsès» o «Tontonkhamon». En 1984 se creó una Association pour le renouveau du Louvre («Asociación para la renovación del Louvre»), bajo el impulso del exsecretario de Estado Michel Guy, que luchó contra el proyecto de la pirámide de vidrio. François Mitterrand fue incluso acusado de querer hacer promoción de la masonería a través de estas pirámides. Sin embargo, la pirámide no cortaba la perspectiva del eje histórico de París, ya que este eje no empieza en el Cour Carrée, sino en la estatua ecuestre de Luis XIV, situada en el Cour Napoléon. El eje del Palacio del Louvre está en efecto girado 6,3° en relación al eje del Jardín de las Tullerías y de los Campos Elíseos. La prensa, aunque estaba informada, no hizo ninguna alusión a la idea directora de Pei, según la cual la pirámide se inspira en la geometría de los jardines de Le Nôtre. Los conservadores sostenían que la magnífica perspectiva que se extiende desde el Louvre hasta al Arco de Triunfo, e incluso yendo más allá, hasta Versalles, quedaría desfigurada y el hecho de contraponer estilos arquitectónicos tan diferentes distorsionaría este lugar histórico. Hasta siete asociaciones de patrimonio apelaron al ministro de Cultura. "Hay que ponerlo en un contexto de antiamericanismo, que es en realidad una especie de estado permanente", señalaba a The Atlantic Jean-Louis Cohen, historiador de la Arquitectura en la Universidad de Nueva York y en el Collège de France.
El proyecto se convirtió en una cruzada personal del entonces presidente de la república —Francoise Mitterrand— que lo defendió a muerte. Pei defendía su proyecto: “Pienso que ello no es exacto: la pirámide egipcia es enorme; en segundo lugar, es sólida, es de piedra; es un lugar para los muertos. La pirámide en el Louvre es lo opuesto: es de vidrio, es transparente, es para los vivos”. El arquitecto Chien Chung Pei, que colaboró con su padre en el diseño, recuerda ahora que "el problema era político, no de arquitectura". La pirámide, asegura, resolvía todos los retos. Permitía al museo dotarse de una entrada única, evitaba tocar la fachada del que fuera palacio real y, además, respondía al deseo de Mitterrand de "tener una estructura lo más ligera posible, casi aérea".
Jacques Chirac, entonces alcalde de París, estaba furioso por haberse enterado del proyecto por una filtración a la prensa. Chirac se alzó en cólera, pero nunca criticó el proyecto. El futuro presidente puso sin embargo una condición, que era darle la oportunidad a la gente de imaginarse como sería la obra ya construida. Para ello "Se tendieron tres cables de teflón” a modo de silueta para que la gente pudiese imaginar el efecto a tamaño real. Fueron decenas de miles los parisinos que se acercaron a ver el efecto en mayo de 1985. Esto convenció a Jacques Chirac, que a su vez introdujo en el proyecto la petición de un aparcamiento subterráneo para liberar las orillas del Sena de los autocares turísticos.
I.M. Pei con los cables de teflón a tamaño real
Las obras empezaron en 1985. "Mitterrand se implicó. Fue varias veces a visitarlas", según Lang.
"Pei había imaginado el vestíbulo bajo la pirámide como un espacio entre la ciudad y las colecciones, entre el exterior y las obras", recuerda el presidente del Louvre, Jean-Luc Martinez.
Cuando I.M. Pei levantó la pirámide del Louvre para inaugurarla en 1989, dos siglos después de la Revolución Francesa, la obra se vivió como una revolución en sí misma. Más de 30 años después, el exministro de Cultura Jack Lang se muestra todavía "sorprendido por la violencia de los opositores" al proyecto. Para el actual presidente del Louvre, Jean-Luc Martínez, se trata del "único museo del mundo cuya entrada es una obra de arte" y la pirámide se convirtió en símbolo de un establecimiento "que mira decididamente al futuro". A lo largo del tiempo, esta estructura dejó de ser una “simple entrada” para convertirse en la tercera obra más visitada de todo el museo, sólo por detrás de La Mona Lisa y la Venus de Milo, además de que, por su complejidad, es considerada una obra maestra arquitectónica y tecnológica.
Incluso el suplemento cultural del "Figaro", el medio más crítico, acabó pidiendo celebrar su propio aniversario en la pirámide. No fue un caso aislado, ni mucho menos. Otros grandes emblemas de la ciudad como la Torre Eiffel o el Museo Pompidou desataron idénticas guerras entre puristas y modernos.
Construcción.
La primera idea de construir una pirámide en el Louvre data del siglo XIX. La construcción fue propuesta inicialmente para las celebraciones del centenario de la Revolución francesa (con un proyecto de pirámide ciclópea del arquitecto Louis Ernest Lheureux de estilo neo-azteca). También se encuentra esta idea en un pequeño fascículo titulado Mémoires sur deux grandes obligations à remplir par les Français («Informe sobre dos grandes obligaciones a cumplir por los franceses»), escrito por Bernard François Balzac y editado en 1809. Una de estas obligaciones era la de construir una pirámide en el patio del Louvre, que sería un monumento nacional de reconocimiento al emperador Napoleón. Es posible que el arquitecto Ieoh Ming Pei conociera esta propuesta cuando escogió esta forma de pirámide un siglo después.
Arquitecto
El arquitecto chino-estadounidense Ieoh Ming Pei nació el 26 de abril de 1917 en Cantón, China y falleció el 15 de mayo de 2019 a los 102 años. Educado en un contexto de la diplomacia colonial de Hong Kong y Shanghái, a los 18 años emigró a EEUU donde cursó su carrera de arquitectura en el renombrado Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y en Harvard, donde fue alumno de Walter Gropius, fundador de la escuela Bauhaus. Pei ha sido uno de los arquitectos de mayor importancia del siglo XX, con obras de gran envergadura. Aunque quizás su obra más célebre sea precisamente la Pirámide del Louvre, no solo se trataba de su primer proyecto en Europa, sino también de la primera vez que intervenía en un monumento tan cargado de historia. Todas las obras de Pei –el museo y biblioteca presidencial John F. Kennedy en Boston o el Dallas City Hall, son de carácter brutalista–, "son un ensamblaje muy calculado de prestigio e intervención política", "Formas escultóricas muy consensuadas y materiales aparentemente imperecederos". Ieoh Ming Pei recibió el premio Pitzker, el “Nobel de la arquitectura” en 1983.
Diseño de la pirámide del Louvre. ¿Para qué?
La pirámide se construyó para ampliar el espacio y así acoger a más visitantes. I.M. Pei lo hizo posible aumentando la superficie al doble mediante la adición de 650.000 pies cuadrados de espacio bajo tierra, lo que dio la bienvenida a 3,5 millones de visitantes en 1989. Sin embargo, en 2018, el recinto se había quedado pequeño, ya que el número medio de turistas aumentó a 10,2 millones. El proyecto de la pirámide mejoró el flujo de visitantes al organizar los puntos de acceso y las zonas de recepción. Pei partió de una simple constatación: el Louvre es un "museo extraño cuya entrada es invisible porque es lateral. Necesita una entrada central". Imaginó entonces un complejo subterráneo, con un acceso por una rampa. Luego, añadió la famosa pirámide de 21 metros de alto en la explanada. Se decidió crear un vestíbulo subterráneo que además permitiese ampliar el espacio expositivo, abriendo el paso a un nivel subterráneo que lleva a las Galerías principales del museo, también dotando de una cálida luz natural que inunda la entrada al museo, solucionando dos de los principales problemas del antiguo acceso, siendo ahora capaz de albergar el gran flujo diario de visitantes. I.M. Pei defendía que "lo más importante está debajo. La pirámide por sí sola no existe".
Esbozos previos
Planos del proyecto
Resultaba una intervención muy necesaria debido a los problemas que se creaban en la entrada principal original, la que no podía satisfacer las necesidades que generaba el intenso flujo diario de visitantes. Estos ingresan actualmente por la pirámide y descienden a un hall muy amplio para ascender, luego, a los edificios principales del museo. Muchísimos museos en todo el mundo han copiado esta solución.
Fotos del proceso de construcción
Fue inaugurada curiosamente dos veces, una primera vez el 4 de marzo de 1988 por François Mitterrand, y posteriormente una segunda vez el 29 de marzo de 1989, con ocasión de su apertura al público, en una ceremonia más modesta, con corte de cinta, en presencia del presidente.
Datos estructurales y materiales
La estructura metálica que sostiene el revestimiento de vidrio está hecha de acero y aluminio y pesa 200 toneladas; tiene una altura de 21.64 metros sobre una base cuadrada de 35.42 metros de lado. Está constituida por una estructura de acero de 95 toneladas y por un bastidor de aluminio de 105 toneladas.
Su estructura se compone de una malla de 2.100 nodos, 6.000 barras, 603 rombos y 70 triángulos de vidrio con un espesor de 21 mm. En realidad, hay pocos rombos reales: la mayor parte de las piezas son paralelogramos que son casi rombos y que, en perspectiva, dan la impresión de serlo. La superficie de la base es de 1.254 m², y el lado de su cuadrado de 35.42 metros; la superficie total de las cuatro caras inclinadas es de unos 1.981 m². La pirámide está rodeada por tres réplicas que acompañan a la principal. Sus emplazamientos se estudiaron para que crearan claraboyas en los accesos a las colecciones del museo. Por último, la pirámide invertida es la que se ve en el subsuelo cuando se accede al Louvre por el Carrusel. Es literalmente una pirámide invertida y suspendida. Una escalera caracol lleva desde la pirámide al vestíbulo, construido en hormigón color crema encofrado con madera de pino de Oregón.
Fotos del Vestíbulo bajo la gran pirámide
Se construyó con vidrio dentro de un marco de metal, una proeza técnica con la que se buscaba, según la explicación del arquitecto, “que los colores del cielo parisino traspasasen hasta el interior”. Cada cara tiene una pendiente de 51,7 grados, la misma inclinación que las pirámides egipcias. La pirámide que sirve de entrada en el patio del Louvre contiene las proporciones exactas de la pirámide de Keops.
El arquitecto puso como exigencia que el vidrio que compone las caras de la construcción fuera lo más transparente posible, lo que en la época representaba un desafío técnico que aún no se había realizado. En efecto, todo vidrio contiene impurezas que tienen la propiedad de absorber más luz a medida que el acristalamiento es más grueso. Los principales responsables de esta absorción de la luz son los metales pesados que se incorporan a la materia prima en el proceso de la fundición del vidrio. Por esto era muy difícil responder a las exigencias del arquitecto y entregar el vidrio más incoloro posible pese a los 2,1 cm de espesor de las placas.
Ieoh Ming Pei rechazó la idea de utilizar las técnicas capaces de neutralizar los óxidos de hierro, como, por ejemplo, la adición de arsénico, porque sabía que estas sufren la acción del sol con el tiempo; demasiado expuestas al sol, las placas se volverían amarillas y luego marrones. Por este motivo, la empresa francesa de cristalería que consiguió el contrato optó por el suministro de un tipo de vidrio que no era sensible a este efecto: produjo un vidrio laminado utilizando un horno eléctrico constituido por electrodos de grafito o molibdeno. Las placas que fueron fabricadas por los vidrieros de Saint-Gobain. La visión de I.M. Pei era tener una transparencia total en el vidrio de la pirámide. En 1985 Saint-Gobain aceptó el reto y, tras meses de investigación exhaustiva para fabricar un vidrio de 21.52 milímetros con claridad extrema, obtuvo el Diamond Glass, del que se cortaron 675 paneles en forma de diamante y 118 triángulos con los que se cubrió la gran Pirámide del Louvre. Actualmente, podemos encontrar Diamond Glass en las cinco pirámides del museo: la principal, las tres pequeñas réplicas que están a su lado y la invertida, dentro del área comercial. Aunque no se ha hecho ningún cambio en los últimos 30 años, Saint-Gobin había creado suficiente vidrio para construir dos pirámides adicionales, solo por si alguna pieza de vidrio se rompía. "su transparencia se propone como un compromiso entre la dura intervención del poder actual y el respeto a lo existente", escribió en 1989 el catedrático de Historia del Arte Juan Antonio Ramírez, en un texto recogido en el libro Arte y arquitectura en la era del capitalismo triunfante.
Fotos del material Diamond Glass
La pirámide invertida
La Pirámide invertida del Louvre está construida con la misma lógica constructiva, pero con solo siete triángulos en la base de cada cara. Está compuesta por 84 rombos y 28 triángulos. Esta pirámide invertida no podía estar directamente en contacto con el exterior porque el agua se acumularía en ella, por lo que está recubierta por una superficie de vidrio del mismo tipo casi plana, oculta al nivel del suelo natural por los setos en el centro de la Place du Carrousel.
En 1997, el astrónomo Jean-Louis Heudier calculó y trazó una meridiana a los pies de la pirámide invertida, con la colaboración de la asociación PARSEC.
Fotos del vestíbulo de la pirámide invertida
La pirámide y los rumores
No hay nada más interesante que una polémica esotérica para acabar de ensalzar un monumento u obra. Más allá de la controversia generada por optar por un proyecto modernista en un entorno clásico, pronto se comenzó a hablar del diablo, los Iluminati y El Código da Vinci.
Uno de los principales rumores sobre el propósito oscuro de la Pirámide fue acerca de su relación con las fuerzas del mal, un runrún que corrió como la espuma. Se dio por bueno que la pirámide contenía 666 paneles, el número del diablo. Esta polémica, surgida en 1984, se reavivó en 2003 cuando se publicó la novela de Dan Brown, El código Da Vinci. Sin embargo, con algunos cálculos es fácil confirmar el número de 673 paneles.
“La totalidad de la estructura está basada en el número 6”, escribió Dominique Stezepfandt en el libro François Mitterrand, Grand Architecte de l'Univers. Al principio, la institución no quiso darles pábulo a estas sospechas, pero, viendo que no se desvanecían, en 2003 confirmó que la Pirámide tiene 673 paneles (603 rombos y 70 triángulos) publicando los estudios matemáticos que demostraban el total de las piezas que componían la pirámide. A lo largo de cualquiera de las aristas que confluyen en la cima de la pirámide hay dieciocho placas. Este número nos permite calcular el número de placas que hay en cada cara sumando el número de placas de cada hilera, según la relación de recurrencia un total de 673 placas. La pirámide no solo está recubierta con exactamente 603 rombos, sino también con 70 triángulos de vidrio.
Otra teoría relacionaba las proporciones del edificio con su situación en el antiguo meridiano de París y apuntaba a que puede triangularse con los medallones dedicados al astrónomo François Arago. Esta idea despertó las habladurías sobre el interés de Miterrand en alinearse con los antiguos símbolos del poder francés, concretamente con Luis XIV y Napoleón Bonaparte.
También surgieron voces que apuntaban a que la Pirámide no era más que la ostentosa manera que tenía la Orden de los Illuminati de decir al mundo que seguían en activo. La sociedad secreta, que se comunica a través de símbolos, habría encargado la Pirámide para demostrar su sólida presencia en la actualidad. Sus responsables estarían infiltrados en las distintas capas del poder francés, así que había sido una tarea fácil de ejecutar. El hecho de que fuese elegido el arquitecto Ieoh Ming Pei sin concurso público, alimentó esta tesis.
Aunque el que mejor supo rentabilizar estas teorías fue el escritor bestseller Dan Brown, que basó El código Da Vinci en las estratagemas de los Illuminati e inició la trama en el Louvre. Abriendo una veda nueva: la que situaba bajo la Pirámide la tumba secreta de María Magdalena.
Ilusión óptica celebración 30 aniversario
Para la celebración de los 30 años de construcción de la pirámide el artista JR creó una gigantesca obra de arte colaborativa para celebrarlo. Bajo el título de "El Secreto de la Gran Pirámide" fue realizada con la ayuda de 400 voluntarios, generando una ilusión óptica de la pirámide desapareciendo en un abismo subterráneo.
La intervención fue creada cortando y pegando 2.000 tiras de papel, en una escala previamente inexplorada por el artista. “Lejos de ser un accesorio, la obra de arte está destinada a ser destrozada por los peatones que caminan a través de la obra”.
“Las imágenes, como la vida, son efímeras. Una vez pegada, la pieza de arte vive por sí sola. El sol seca el pegamento y, con cada paso, las personas arrancan pedazos del papel frágil. El proceso tiene que ver con la participación de voluntarios, visitantes y receptores de recuerdos. Este proyecto también trata sobre presencia y ausencia, sobre realidad y recuerdos, sobre impermanencia” según palabras del propio artista.
Fotos de la intervención artística de JR para el 30ª aniversario
“Nunca pensé que un día sería invitado a hacer algo aquí en vida. Siempre me sentí intimidado por el Louvre. Es una institución que estudiamos en el colegio y esta es la primera vez que me dejo pasear por sus espacios, diciéndome que es posible interactuar en ellos. Los límites de lo posible no están ahí donde yo pienso que están”.
I.M Pei
Link de la conferencia de I.M Pei :
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