Cuando una escultura urbana es instalada en nuestras calles pasa automáticamente a formar parte de nuestro paisaje diario y su presencia condiciona y modifica el territorio. Muchas de ellas acaban siendo parte de la vida cotidiana de las personas, convirtiéndose en lugares de encuentro y puntos de referencia por donde pasa la vida diaria alrededor de ellas, deviniendo en elementos vecinales. La vida, que transcurre inmutable, y la historia de nuestras vidas, tiene a estas esculturas como testigos de primera mano, y algunas de ellas, por el peso de los acontecimientos de la historia misma, pasan a ser símbolos y monumentos presenciales mudos de ella y del territorio que las acoge. Este es clarísimamente el caso que nos ocupa en este post.
La escultura “The Sphere” (La Esfera) es sin duda alguna un símbolo de resiliencia por encima de todo. La escultura fue instalada en un lugar emblemático de la ciudad de Nueva York, formando parte de la cotidianidad de muchos habitantes, para luego, por el peso de los acontecimientos históricos, acabar de elevarla de escultura a monumento.
The Sphere es una escultura de bronce del escultor alemán Fritz Koenig (1924-2017). El nombre original de la escultura es “Gran esférico Cariátide” pero rápidamente los neoyorkinos la rebautizaron con el nombre popular de “La Esfera”, este hecho de rebautizar las esculturas públicas es absolutamente positivo, pues indica que, como anteriormente indicábamos en el párrafo de inicio; la ciudadanía hace suyos estos objetos que habitan en su espacio cotidiano y al otórgales un nombre popular pasan a inscribirse en la memoria colectiva de la ciudadanía que las acoge.
La escultura de más de 8 metros de altura y de 25 toneladas de peso es una de las piezas de bronce mayores en el mundo. Está compuesta por un total de cincuenta y dos segmentos de broce. La forma nos recuerda a un enorme globo a punto de romperse a través de las curvas de su circunferencia al emerger desde su interior unas formas geométricas. Koenig elaboró la escultura en sus talleres de Bremen, posteriormente fue armada y enviada en barco a Nueva York.
Vista de la escultura en proceso en los talleres del artista en Bremen, Alemania.
El concepto de la escultura es simbolizar la paz mundial mediante el libre comercio, recordemos que el World Trade Center significa literalmente eso, un centro del comercio mundial. La pieza fue encargada por el propietario del World Trade Center, la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey, en 1966. En un principio, la Autoridad Portuaria había elegido a Henry Moore para que creara la escultura. Sin embargo, luego de que Minoru Yamasaki —el arquitecto del World Trade Center— vio algunos de los trabajos de Koenig en la Staempfli Gallery en Manhattan, se le encargó a éste. Koenig empezó a trabajar en ella en 1967 en Alemania, mientras que el WTC se encontraba aún en etapas de planificación, y la terminó cuatro años más tarde, a tiempo para la inauguración de las torres en 1971, otorgándole a Koeing un gran reconocimiento mundial.
Minoru Yamasaki, arquitecto del WTC, diseñó un conjunto de edificios compuesto por 7 edificaciones que recibían el nombre de torre 1 así sucesivamente hasta la torre 7. La torre nº1 y nº2 pasaron rápidamente a ser rebautizadas como “las torres gemelas”, nombre que les concedió la ciudadanía y así pasaron a ser conocidas en el vocabulario colectivo, este hecho viene nuevamente a poner en ejemplo de cómo los elementos simbólicos que configuran nuestro paisaje colectivo son adoptados rápidamente por la ciudadanía haciéndolos suyos y el “cambio de nombre”, como ya se ha apuntado, es un claro reflejo de aceptación de estos elementes en el territorio que lo conforman. Retomando el hilo argumental de los hechos, el arquitecto del WTC quería una escultura que se instalara en una fuente de granito en la plaza pública, y que esta sirviera de atrio central a las dos torres más altas (recordemos que el WTC contaba con 7 edificios) y organizara el espacio público alrededor de ellas, sirviendo a su vez como espacio abierto a los usuarios de las torres o a los habitantes del Lower Manhattan para actos colectivos. Rápidamente la plaza Austin Tobin (nombre que recibió la plaza) rodeada de bancos, se convirtió en un lugar muy popular para el almuerzo al aire libre y lugar de relax de quienes trabajan en el WTC o en edificios corporativos de la zona sur de la isla de Manhattan. La escultura se colocó sobre un disco circular giratorio que la hacía girar una vez cada 24 horas a modo de globo terráqueo encima de un anillo de agua, así como otros detalles decorativos diseñados por Minuro Yamasaki. La fuente de granito que contenía la esfera en su centro, en un disco circular, lanzaba agua en un anillo alrededor de la escultura. Ambos elementos se complementaron rápidamente creando un lugar de encuentro muy valorado por los ciudadanos de esta parte de la ciudad.
Vista de la escultura instalada definitivamente en la Plaza Austin Tobin sobre la fuente.
A medida que las imponentes torres se elevaban hacia los cielos, era “La Esfera” la que devolvía a los visitantes a la tierra. Es posible que los rascacielos que componían el complejo no fueran del gusto de todos, muchas voces críticas se alzaron contra ellos en su momento de ser inaugurados, pero el Austin J. Tobin Plaza con la escultura y la fuente fue aceptado. Era un espacio único que proporcionaba un oasis de tranquilidad dentro de una ciudad bulliciosa y ruidosa que se utilizaba como lugar de actuación pública, albergando conciertos y producciones de danza. Pero ya fuera una fuente de diversión o un lugar de encuentro, “la Esfera” y la fuente siempre presidían la plaza como un gigante amistoso.
Estudio de la maqueta del WTC por Minuro Yamasaki.
Planos y volumetría de la Plaza.
Momento constructivo del WTC.
Yo conocí la escultura en 1991, iba entusiasmado a estudiar todas esas esculturas maravillosas que pueblan la zona del sur de la isla de Manhattan, pero debo reconocer que la escultura de Koenig no ejercía el mismo entusiasmo en mí, como lo hacían otras obras de la zona como la fuente de Isamu Noguchi o la escultura de Calder no muy alejadas de la zona. La obra de Koenig me parecía muy “cantona” a primera vista, con ese color anaranjado brillante que le confería el bronce pulido a la escultura, demasiado potente en medio de la sobriedad de las líneas rectas que eran las torres gemelas con sus tirantes estructurales de la fachada que acentuaban aún más la verticalidad de las torres, rota por esa bola extraña de color chillón en medio de la plaza coronada por la fuente de agua.
Pero la historia le tenía albergado un acontecimiento que cambiaría para siempre la escultura de Koeing y su significado, demostrando lo vivo que está el arte cuando este está instalado en un espacio público. El 11 de septiembre de 2001 todo pasó a ser diferente.
Ese día todos recordamos dónde estábamos y cómo, incrédulos ante nuestros ojos, se iban desarrollando unas imágenes que en mi interior luchaba por intentar auto convencerme, que eran más, parte de una ficción cinematografía que aceptar que lo que estaba viendo era real, y era un infierno. No podía concebirlo y no lo concebí hasta ver el segundo avión impactando contra la segunda torre. Minutos más tarde, con el colapso de las torres, mi sangre se heló. Vinieron a mi memoria todas las imágenes que yo había vivido allí, recordé una chica negrita muy divertida que trabajaba en el mirador de la torre que nada más llegar se rio de nosotros al vernos pálidos después de notar que la torre se movía por el fuerte viento de ese día. Supongo que mi cara era un poema después de hacer una subida en los ascensores a toda velocidad. Recordaba su peinado afro con coletas de colores, y pensaba ¿estará allí?, rápidamente me consolé a mí mismo, buscando autoprotección contra los pensamientos negativos; el mirador donde ella trabajaba estaba en la torre que recibió el segundo impacto y seguro habían tenido tiempo para desalojar la torre nº2 al ver que la nº1 estaba ardiendo desde hacía bastantes minutos. Además, quizás después de tanto tiempo ya no trabaja ni allí pensé. En mi memoria se agolpaban las imágenes del restaurante Windows of the World, del mirador… recuerdo sus neones y sus barandillas, no podía imaginar que aquello estaba siendo una cárcel para gente atrapada. Las personas eran lo más importante, pero también recordé el tapiz de Miró en uno de los atrios de las torres y pasaron por mi cabeza una a una las esculturas que había en la zona. Dando por sentado que ninguna de ellas había podido resistir al peso del colapso de las torres.
El 11 de septiembre de 2001, fuimos todos testigos de los ataques al World Trade Center y asistimos atónitos como la barbarie estaba dañando a las personas y a sus símbolos.
Según el documental de 2001, Koenig’s Sphere, dirigido por Percy Adlon, Koenig también había asumido lo peor. Pero desde su casa en Alemania, poco después de los ataques, llamó a un amigo en Nueva York y le dijo: “Está asomando entre los escombros. No está destruido. Lo vi en la tele. ¡Es un milagro!" se refería a su escultura.
La esfera de color dorado resistió al desplome de las Torres Gemelas y fue rescatada de los escombros tras el atentado del 11 de septiembre de 2001. No obstante, quedó visiblemente dañada. Fue recuperada de la pila de escombros y posteriormente fue enviada a un almacén cerca del Aeropuerto Internacional John F. Kennedy. Su extracción había sido cubierta por los medios de comunicación locales en el área metropolitana de Nueva York.
Seis meses después llegó el anuncio: “La Esfera” se había recuperado por completo de los escombros y se iba a reinstalar en Battery Park, un parque a varias manzanas de donde estaba anteriormente, la actual zona cero, un hogar temporal hasta que se tomase una decisión sobre el futuro de la reconstrucción de la zona cero. Se discutió mucho dónde colocarse, quizás en un museo o en un lugar en la que iba a ser la reconstrucción. La patina que le había configurado la historia hacia que la escultura hubiese pasado de ser una obra de arte a un monumento recordatorio de lo que había sucedido. Aunque Koenig inicialmente se opusiese conceptualmente a que su obra fuese considerada como un monumento si declaró al respecto: “Ahora tiene una belleza diferente, una que nunca podría imaginar. Tiene vida propia, diferente a la que yo le di”.
El director de cine alemán, Percy Adlon, quien había rodado dos películas acerca de Koenig, filmó «Koenigs Kugel» («La esfera de Koenig») cuando el destino de la escultura era todavía incierto. En la película, el artista y el director visitan la zona cero cinco semanas después de los ataques, donde se relata la historia de su creación. Al principio, Koenig se opuso a reinstalar a The Sphere, señalando que era «un cadáver hermoso».
Koenig supervisó el trabajo, el cual fue realizado por cuatro ingenieros y quince herreros. El alcalde Michael Bloomberg, su predecesor, Rudolph Giuliani y otros funcionarios locales hablaron en una ceremonia para dedicar la escultura como un monumento conmemorativo a las víctimas del ataque terrorista. Koenig dijo finalmente que “fue una escultura, ahora es un monumento”, observando cómo la escultura había sobrevivido. Junto a la escultura se instaló una placa que dice:
«Durante tres décadas, esta escultura estuvo en la plaza del World Trade Center. Bajo el título “The Sphere”, que fue concebido por el artista Fritz Koenig como símbolo de la paz mundial. Fue dañada durante los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, pero permanece como un ícono de la esperanza y el espíritu indestructible de este país. The Sphere se colocó aquí el 11 de marzo de 2002 como un monumento conmemorativo temporal a todos los que perdieron la vida en los ataques terroristas en el World Trade Center.
Esa llama eterna fue encendida el 11 de septiembre de 2002 en honor de todos aquellos que se perdieron. Su espíritu y su sacrificio nunca será olvidado.»
Se convirtió en una forma de demostrar a los transeúntes y visitantes que la ciudad de Nueva York estaba aceptando la pérdida y destrucción del 11 de septiembre.
Vista de la escultura en su emplazamiento provisional en Battery Park.( 2002-2017)
Instalación final.
Vista del emplazamiento definitivo de la escultura (O), y representada con una (X )el lugar original que ocupaba antes de los atentados.
Finalmente, y tras permanecer más de quince años en Battery Park, el 16 de agosto de 2017 fue trasladada a su actual ubicación en Liberty Park. La obra de arte ahora descansa en un hermoso espacio elevado construido recientemente con una pared viva de hiedra, jardines y árboles (incluido un árbol joven del árbol de Ana Frank), junto a la nueva iglesia ortodoxa griega de San Nicolás, en lo que es la reconversión de la “zona cero” en el actual memorial que es. Aunque no ocupa el mismo lugar exacto que tenía antes, no entiendo por qué no, si está a escasos metros, donde tiene unas vistas a la huella original del World Trade Center y el Museo y Memorial del 11 de septiembre. Las vistas panorámicas del parque invitan a los visitantes a descansar y reflexionar.
Vista del proyecto en 3D de la nueva ubicación y el área elevada del memorial.
La supervivencia y visibilidad de “La Esfera” han sido importantes para la ciudad, especialmente para los familiares de quienes perdieron a sus seres queridos en los ataques. Convirtiéndola en un signo de resiliencia de la ciudad. Michael Burke, cuyo hermano bombero, el capitán William F. Burke Jr, murió en el 11 de septiembre, observa que las "cicatrices y la forma maltratada de Sphere dan testimonio de la perseverancia y la resistencia de Nueva York, Estados Unidos y de esos valores".
Vistas del montaje de la esfera en su actual situación.
La esfera está siendo motivo de diferentes estudios y exposiciones como el de la Universidad de Columbia, titulada "La forma en que recordamos: la esfera de Fritz Koenig, el trauma del 11 de septiembre y la política de la memoria". Según el comisario de la exposición, Holger A. Klein, “La poderosa historia de “La Esfera” de Fritz Koenig es parte de un esfuerzo más amplio para responder al debate actual sobre el papel de los monumentos en la sociedad cívica y el discurso público, y la función del arte y la arquitectura en la mediación de la historia y la memoria colectiva de un pueblo”.
The Sphere es uno de los pocos supervivientes de la devastación del 11 de septiembre. Ya no es la escultura bella que alguna vez fue, aquella que a mí nunca me cautivó. Ahora tiene un papel nuevo y más importante que cumplir: conectar el presente con el pasado; recordando a la humanidad el pasado a través de las cicatrices de su presente. Su presencia, mostrando sus heridas la hacen a mis ojos, ahora sí, simplemente hermosa.
Vista del escultor Fritz Koenig con una maqueta del original
Por la noche los focos se encienden desde la zona cero para recordar el vacío que ocupaban las torres.
Más Información: Documental de 2001, Koenig’s Sphere, dirigido por Percy Adlon:
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